jueves, 2 de octubre de 2008

Viaje - otra posible transposicion

Hacían cincuenta grados fuera del auto, este invierno se tornaba menos caluroso que otros años. El invierno era la única época del año en que podiamos movernos de una ciudad a otra, así que aprovechamos a volver a mi hogar, junto a con mi cuñado. La ruta despedía tanto calor como una plancha para ahumar pero en el auto, con el aire acondicionado y los chalecos refrigeradores teniamos unos diez grados menos. Era un paraiso ahi adentro.
El hermano de mi mujer dormia en el asieto del acompañante, era un tipo agradable, vivía en los campos subterraneos y como todos estaba dedicado al cultivo de semillas. Mientras manejaba escuchába clásicos como /////////////. Mi auto, un Renault diecinueve, era como de hace 60 años, una chatarra andante como pocas. No es que sea malo, en realidda pocas cosas le quedaban de clasico, le había hecho varios cambios desde que lo compre.

Puse la estación del noticiero cuando Reymond despertó, me miro de reojo y dijo - Buenos días Herbert-. Reymond, mi cuñado, había dormido 28 horas, casi un día entero. -¿Cuanto tiempo dormí?- preguntó. -Casi un día entero- respondí. Se miro el reloj como para salir de dudas y luego me pregunto si quería que él maneje. Lo mire dos segundos y le dije que no se molestara. Lo cierto es que al ver lo adormilado que todavía estaba, prefería seguir yo unas horas más. -Cuanto falta para llegar Herbert?- preguntó en vos muy baja. Me encontraba tan distraído con las noticias que no lo escuche, peor aun pregunte por Mayory, mi mujer. El hombre no contesto con muchas ganas y solo dijo que no había estado en casa por algún tiempo. Al rato nos pusimos a hablar de nuestros casamientos y anecdotas, entrábamos en carcajadas muy escandalosas y luego en silencios pronunciados. En uno de esos silencios la voz de la radio dio una noticia un tanto preocupante. El segundo sol había aumentado unos quince millones su energía calórica, lo que significaría que harían de ocho a diez grados mas cuando el antiguo sol comience a entrase y el nuevo empiece sus ocho horas diarias. Eso pasaría en casi diez horas por lo que no le dimos mucha importancia, de todos modos nosotros llegaríamos en cuatro horas aproximadamente hasta la otra ciudad.

Me encontraba dormido en el asiento del acompañante cuando me despertó un silbido muy suave de pava. El enfriador pensé. Y le pregunte a Reymond, que se encontraba manejando, si escuchaba ese silbido. -No- me respondió. Entonces algo se quebró. El sonido había sido tan fuerte en aquel desierto que incluso produjo eco. Ninguno de los dos dijimos nada mietras el auto se detenia por inercia. Podía pasar una estampida, una tormenta de arena y un rayo podía caerme y ni asi reaccioaría. Entones Reymond me pregunto si estaba bien. -¡Pedazo de animal entupido!- le respondí, yo sabia bien que había pasado, el sistema de enfriamiento había dejando de funcionar y las partes de metal mas endebles del motor se habían roto. Estábamos muertos. En siete horas llegaría el segundo sol y simplemente nos cocinaríamos. Así se lo explique a Reymond, a los gritos. El dijo que yo tenía la culpa por no revisar el auto antes de salir. Yo había revisado bien el auto, me resultaba ilógico pensar en que el sistema se hubiera estropeado sólo. Algo debía haber hecho Reymond mientras yo dormía. Los dos nos callamos después de eso. Apoye mi cabeza en mis brazos y mis brazos en el tablero del acompañante. No sabia que hacer. Creo que así estuve una hora entera o quizá más, mientras, Reymond trataba de imaginar algún bunker o establecimiento de repuesto en el mapa. Comencé a llorar y reymond trataba de calmarme. Entupido hombre de campo con su esperanza todavía erguida pensaba. Salio del auto y abrió el capo. Yo también salí y nos quedamos viendo aquel espectáculo de tubos, metal y agua hervida que salía de varios rincones.

-Nada ganamos con estar aquí parados- dijo reymond. Y me propuso seguir caminando hasta encontrar ayuda. Si suponemos que no fuéramos humanos y pudiéramos llevar una velocidad constante de ocho kilómetros por hora nos llevaría once horas llegar a la ciudad de mi mujer. En todo caso resultaba imposible porque desgraciadamente somos humanos, le dije a reymond. El segundo sol estaría arriba nuestro en unas siete horas. Sin dirigirnos la palabra caminábamos sobre la ruta. Aquel trayecto sencillo se había convertido en un suicidio. Caminamos durante cuatro horas cuando empezamos a sentir demasiado calor. Nuestros chalecos temporizadores habían trabando al máximo durante esas ultimas cuatro horas y cada molécula que la componía ya no brindaba los siete grados menos que nos mantenían frescos. Para cuando vi a mi cuñado ya estábamos rojos como tomates y caminando tan lento como una babosa. No teníamos ni una gota de sudor ni más agua en la botella. Era obvio que moriríamos y con mucho esfuerzo le dije a Reymond -Desgraciado, si hubieras estado mas atento al auto no estaría pasando esto-. Reymond se detuvo frente a mí, parecía como si me mirara, en realidad era como si estuviera visco y mirara ligeramente desviado a la izquierda. -¡auto!- Gritó. A lo que le conteste que mi auto estaba en perfecto estado y seguramente el había hecho alguna idiotez que recalentó el enfriador. -No, un auto- insistió. Y señalo detrás de mí, hacia el horizonte fuera de la ruta.

Me di vuelta y vi, a unos ciento treinta metros la silueta de un auto detenido muy lejos. Corrimos como locos hacia el, no se de donde sacamos fuerzas. Reymond trato de entrar al asiento del conductor tan rápido como pudo pero yo no lo deje, de un empujón lo tire al suelo -Esta vez manejo yo- acoté. Reymond bastante molesto se levanto y encontró en el asiento de atrás una mujer recostada a lo largo. Yo no le hice caso y solo me concentre en arrancar el motor, pero no había caso. Una y otra vez el motor sonaba y reymond gritaba -una mujer-. Cuatro veces tocamos esa canción motor y grito, hasta que golpee el volante y pegue un grito seco -¡Reymond! ¡¿Qué diablos quieres que haga con la mujer?!, ¡esta muerta!, déjala en paz.- Tal vez por ingenuidad o porque el pensaba en otra cosa suavemente dijo -Tiene un chaleco...- Los dos callamos un par de segundos, el chaleco seguramente había dejado de andar cuando la mujer murió, era seguro que todavía servia, el problema es que solo había uno. Por un instante imagine una situación en la que los dos le sacábamos el chaleco y lo revisábamos como caballeros, pero eso no paso. Con la velocidad de un relámpago yo tome las manos de la mujer desde adentro del auto y Reymond las piernas por la puerta trasera. Ambos queríamos el chaleco. Tironeamos como animales. Arrancábamos pedazos de su vestido y ninguno de los dos lograba acercarse al chaleco. Poco nos importo estar tratando con un cadáver, lleno de sangre, con sus ojos todavía entreabiertos y el rostro aun dulce de lo que alguna vez fue. Tironeábamos, forcejeábamos y sacábamos nuestras manos del cuerpo por turnos. Después de varios minutos, fui yo quien soltó el cuerpo primero. Reymond aprovechaba a sacarla por la puerta y debo decir que también fui yo el primero en asestar un golpe. Tire a reymond uno 2 metro para atrás del auto y me quede mirándolo. Se levanto enseguida y con toda su fuerza me toreo. -Piensas matar al hermano de tu esposa- gritaba mientras me emboscaba. Ambos caímos a un costado del auto, nos golpeábamos en todas partes, nos agarrábamos de los pelos, de verdad éramos animales. Los pies de la mujer parecían los únicos espectadores desde la puerta abierta del auto. Tras varios minutos de forcejeo Reymond grito -Compartamos el chaleco Herbert!- Y tres segundos después mientras me golpeaba respondí - Esta bien, esta bien. Él, descanso sus puños. Ciertamente estaba perdiendo esa pelea.

Después de esto nos alejamos del auto, habíamos tratado de arreglarlo de varias formas pero fue inútil. En el camino nos turnamos cada media hora el uso del chaleco y caminamos por cuatro horas más. Nuestro aspecto era deplorable. El segundo sol abandonaba el horizonte donde se posaba y chaleco que compartiamos estaba totalemente inservible. Yo mire mi reloj por última vez, eran las cuatro de la tarde y caí al suelo boca arriba. Reymond cayó unos metros mas adelante. Le pedí perdón por todo lo que había hecho y me desmayé. Antes de eso creo haber escuchado el sonido de un helicóptero.

/////////. No termine de corregirlo.
Por que ademas no tengo muy claro de que van a hablar los personajes, tampoco algunos temas de velocidad y distancia. Pero quiero dar énfasis en la relación de estos dos sujetos. Marcado un débil lazo que ira cambiando para fortalecerse y romperse. En una muestra de lo bajo que puede ser una persona, lo paranoico y lo cambiante, en diversas situaciones. A estos dos sujetos que han quedado varados en medio de aquella ruta bonaerense se les aproxima la muerte de una manera horrible y comienzan una travesía eterna, atemporal, en este mundo donde existe un segundo sol que es el causante de que un día tenga 32 horas y produzca un calor tan abrasivo que las ciudades han tenido que mudarse debajo de la tierra. Los hombres tendrán que lidiar con esto varios kilómetros en busca de sobrevivir.

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