Comenzaba a oscurecer cuando llego con su rebaño frente a una vieja iglesia abandonada. El techo se había derrumbado hacia mucho tiempo y un enorme sicomoro había crecido en el lugar que antes ocupaba la sacristía.
Decidió pasar la noche allí. Hizo que todas las ovejas entrasen por la puerta en ruinas y luego coloco algunas tablas de manera que no pudieran huir durante la noche.
(...) Extendió su abrigo en el suelo y se acostó, usando el libro como almohada.
(...) Aun estaba oscuro cuando se despertó. Miro hacia arriba y vio que las estrellas brillaban a través del techo semidestruido.
Paulo Coelho, El alquimista, Planeta, 2000.
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